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LA FAMILIA VIECO

Camilo Vieco Arrubla

(1853-1918)

 Ebanista, acuarelista y músico

Gabriel Vieco Ortiz 

(1888 - 1958)

 Violinista, luthier de órganos, violines y pianos

Luis Eduardo Vieco Ortiz

(1882-1954)

Pintor, grabador, publicista, músico

Roberto Vieco Ortiz

(1892 - 1970)

Clarinetista, director de orquesta

Bernardo Vieco Ortiz

(1886 - 1956)

Escultor, músico

Alfonso Vieco Ortiz

(1894 - 1972)​

Violonchelista, luthier

Hernando Marín Vieco (1952 - )

Violonchelista y Percusionista

Vicky Romero Vieco (1959 - )

Compositora

Germán Vieco Betancur

(1933 - 2009)

Acuarelista

Maria Teresa Vieco

(1953 - )

Pintora, arquitecta

Alvaro Marín Vieco (1945 - )

Pintor

Jorge Alberto Marín (1956 - )

Pianista, escultor y empresario

Olga Vieco Durán (1962 - )

Pintora

Jorge Marín Vieco

(1910 - 1976)

Escultor, pintor, vitralista, músico

Alberto Marín Vieco (1916 - 2000)

Violonchelista

Juliana Marín Fryling

(1988 - )

Escritora

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BERNARDO VIECO ORTIZ, (1886 - 1956)
 

Nació en Medellín, Colombia en 1886 en el seno de una familia de artistas plásticos y músicos.
Desde muy joven tomó lecciones con el maestro Francisco Antonio Cano, quien lo orientó hacia la escultura.

Trabajó durante dieciséis años como contador.   Incursionó en la política y fue elegido concejal de Medellín.

Comenzó a fabricar obras de decoración arquitectónica en cemento vaciado, convirtiéndose en pionero del art deko en el país.  En la medida que su reputación creció, abandonó su trabajo como contador y se dedicó por entero a la ejecución de relieves decorativos y eventualmente a la escultura. 

Viajó a Europa en donde pudo hacer estudios más serios de escultura y aprendió el arte de la fundición.   A su regreso en 1936 se estableció en Bogotá.
También fundó un taller de escultura en donde tuvo varios discípulos entre ellos  Rodrigo Arenas Betancur su sobrino Jorge Marín Vieco y Gerardo Benítez.

Bernardo Vieco fue el primer fundidor de Colombia. Gracias a un procedimiento que él originó pudo hacer fundiciones en Bogotá, en donde por la altura, se dificulta extraordinariamente este proceso.  Sus esculturas fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado y las proporciones que terminaron imprimiéndole un toque elegante y sobrio a sus obras.

Murió en Medellín el 4 de marzo de 1956

   

OBRAS

La fachada del Banco Central Hipotecario, los cuales fueron sus primeras obras en piedra.

1938. Hizo cinco grandes figuras de piedra para decorar la fachada del Teatro de Colombia de Bogotá. Son ellas: la Tragedia, la Danza, la Filmación, la Comedia y la Música.

1938. Ejecutó un relieve en bronce que fue obsequiado por la Ciudad de Bogotá a Buenos Aires como homenaje de fraternidad, colocada en la Plaza Colombia.

1938. hizo el relieve titulado "Riqueza", el cual fue colocado en el Banco Central Hipotecario, de Bogotá. Este representa a una mujer desnuda con una moneda en la mano que lleva la inscripción: "República de Colombia, 1938".

1940. Agosto 7. Se inauguró en la Avenida Caracas con la calle 34 un busto al Almirante Padilla.

1940. Hizo un busto del General Santander, el cual se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Bogotá (fuera de catálogo).
1942. Agosto 9. Se inauguró el busto de Antonio Baraya, carrera 13 calle 39, Bogotá.

1945. Hizo un busto del arzobispo Fernando Caycedo y Flórez (1756 - 1832), por encargo de la Academia Colombiana de Historia, el cual fue colocado en la carrera 14 con la Avenida 43, Bogotá.

En Medellín: La estatua del Obrero Antioqueño en la plaza Boston, con un martillo en la mano, y con el torso hercúleo y desnudo. Esta obra la hizo por encargo de la Asamblea de Antioquia. Las esculturas, bustos y relieves del Cementerio de San Pedro, el cual convirtió en un verdadero museo. Entre las obras más sobresalientes hay que mencionar el Panteón de la familia De Bedout, el ángel del silencio, Las tres Marías, el monumento al doctor Luis Zea Uribe, el monumento al doctor Chavarriaga, y el monumento al Indio Uribe y la Piedad

En Bogotá: Colaboró muy de cerca con el escultor español Victorio Macho. El busto del pintor Espinosa, el cual adorna hoy la Plazuela de Fenicia. La estatua del General Santander, obsequiada a Roma por el doctor Eduardo Santos. Una réplica de ella se encuentra actualmente en la Ciudad Universitaria, en la Plaza Santander de Cartagena, en Quibdó y Plazoleta San Ignacio de Medellín.   El busto de Juan Del Corral. El busto del Coronel James Rook, inaugurado en el parque la calle 77 con carrera 6a, el 7 de agosto de 1941 (Una copia de este busto se inauguró el 25 de junio de 1963 en Belencito, Boyacá, en la construcción que fuera Monasterio de San Agustín hasta el siglo pasado). Una cabeza de Santos Chocano, Monumento de medio cuerpo de Jorge Eliécer Gaitán en la Ave 26 de Bogotá, etc.

 

 

 

CARLOS VIECO ORTIZ (1900 - 1979)

 

Carlos Vieco Ortiz nació el 14 de febrero de 1900 en Medellín, Colombia.  El menor de una dinastía que ha producido por cuatro generaciones numerosos artistas destacados nacional e internacionalmente, no solo en la música sino también en la escultura, la pintura y la arquitectura.

 

Fueron sus maestros Gonzalo Vidal, (autor del Himno Antioqueño) Jesús Arriola (compositor y director de orquesta español que se radicó en Medellín) y Eusebio Ochoa. 

 

Considerado uno de los compositores más prolíficos de la historia musical de Colombia, Vieco fue condecorado con la Cruz de Boyacá y con la Medalla al Mérito del Instituto Colombiano de Cultura para destacar entre una veintena de premios y condecoraciones a lo largo de su carrera.  Sus obras fueron galardonadas en por lo menos 10 concursos nacionales e internacionales.

 

Vieco engrosó el repertorio tradicional colombiano sin ser un innovador, en la mejor tradición de tres compositores que admiró, Pedro Morales Pino, Emilio Murillo y Luis A. Calvo. La gran contribución de Vieco consiste en sus cualidades como excelso melodista, cualidades que desarrolló desde muy temprano en su producción con un sello personal definido como sencillo, imaginativo y lleno de un carácter nostálgico que le aseguró una posición de privilegio en la música colombiana.  El tenor y crítico musical César Giraldo lo llamó el “Schubert antioqueño”.

 

Por invitación de la OEA, viajó con la Estudiantina Tejicondor a Estados Unidos en 1958, entidad que dirigió durante 28 años.  En ese país actuaron en 30 presentaciones durante la celebración de la Semana Panamericana.

 

Profundamente tímido y modesto, se comunicaba a través de monosílabos, lleno siempre de extraordinaria bondad.

Falleció en Medellín el 13 de septiembre de 1979.

 

 

ALBERTO MARÍN VIECO (1916 - 2000)

 

A MI PERSONAJE  INOLVIDABLE

Para que no gane el olvido,  a la memoria del artista y padre,  que de manera singular me enseño a caminar trechos llenos de alegrías y asombros,  de obstáculos y desánimos,  y que con entereza y gallardía me condujo por la única vía digna para andar por esta vida: la del arte.

 

Cuando decidimos juntar nuestras soledades,  ya nos faltaba poco trecho para recorrer,  habíamos trajinado lo suficiente para tener canceladas nuestras diferencias,  entre ellas la mirada que teníamos sobre los distintos caracteres que adornan y empobrecen nuestra circense familia.

 

Al mundo fantástico de la música me introdujo sin dogmas,  sin imposturas,  solo con la naturalidad que lo acompaño toda su vida.

Mi infancia  trascurrió a su lado,  conocí más teatros que ciudades,  mas entre telones que salas de conciertos,  era feliz en medio de músicos que me trataban como si fuera uno de ellos,  a su lado supe cómo se sufría antes y se gozaba después de los conciertos,    el lenguaje musical se me ofrecía como algo normal y cotidiano;  nuestra relación padre- hijo se volvió profesor- alumno,  intérprete- oyente,  fui creciendo y también mi sentido crítico,  que contrastaba con su benevolencia para tratar a sus colegas.

   

Solo una vez anunció su retiro de la práctica orquestal a causa de una señora,  de cuyo nombre no quiero acordarme,  que manejó la sinfónica como manejó su familia;  con el trasero;  le ofreció un sueldo de principiante,  siendo primer cello,  que lo fue siempre;  su orgullo no le permitía ganar menos de lo que merecía,  a sabiendas que a un extranjero le pagarían más que él,  tocando igual;  sacó su casta e hizo mutis por el foro,  con el tiempo la filántropa de marras tuvo que tragarse sus palabras con dinero y todo y suplicarle que volviera a la orquesta,  por lo que le dijera.

 

Era un jayán en toda su dimensión,  incansable para las labores humildes que no le dejaban tener quietas sus manos,  largas y sucias de tanto arreglar lo inarreglable.

 

De esbelta figura,  bien parecido,  resultaba muy atractivo para las mujeres,  las que siempre tuvo a su lado,  pero siguiendo un turno riguroso que les imponía la vida;  se trataron recíprocamente con ternura y delicadeza.

 

Se sentía incomodo tocando en orquesta grande,  no le gustaba someterse a los dictados de los directores dictadores,  se sabía músico de cámara y escogió el lenguaje más difícil y bello para expresarse,  dónde cuatro voluntades se unen para formar una sola,  en el colmo del desprendimiento en aras de un resultado:  el cuarteto de cuerdas.

 

Fue un demócrata en la música,  liberal de izquierda en política agnóstico en creencias religiosa aunque a veces se dejaba enredar en mis artimañas de ateo insufrible.


Austero para comer y beber;  sus gustos gastronómicos eran de un triste insípido,  le encantaba el aguachento sancocho,  y la carne molida como polvo;  su sonido en el violín cello era suave como lo fue el trato a sus alumnos,  tierno y sutil para enseñar,  fue un caso excepcional como multiplicador de instrumentistas.

 

El deterioro natural de su vida lo llevo muy al final a tener que  desprenderse de su inseparable y bello instrumento,  un  ‘gofriller’ de la misma casa de uno de los de Casals,  su ídolo,  de sonido exquisito;  no concebía un instrumento guardado sin tocarse;  era un ser generoso y lo vendió.

 

Su salida de la vida fue sin aspavientos,  sin dramatismos,  solo media hora de malestar y moría rotundamente,  murió de un tajo,  como cae un árbol frondoso el cual me protegió con su sombrío durante toda la vida,  y para decirlo en Italiano el idioma de los músicos: “un bel morir tutta la vida honora”

 

 
HERNÁN VIECO

"Como un diseñador, antes que un constructor. Un diseñador que utilizó materiales modernos para adelantarse al tiempo". Así quería ser recordado, según dijo en una entrevista hace un par de años.

El pasado miércoles, el arquitecto Hernán Vieco murió en Bogotá y ahora empezará a recordársele, también, como uno de los maestros por excelencia de la profesión, como uno de los que trajeron la arquitectura moderna al país y uno de los primeros en abrirle camino a la vivienda social.

Su tesis de grado, como estudiante de la Universidad Nacional, fue precisamente el diseño de una casa para trabajadores, que se volvió modelo de vivienda en el país. La tesis se titulaba 'Casa económica para empleados' y se hizo realidad: fue construida en la carrera 23 con calle 3a. sur. De acuerdo con comentarios de la revista Proa, que la reseñó en 1949, fue una muestra de vivienda económica con un diseño arquitectónico de calidad.

Vieco Sánchez nació en Medellín y su vena de artista la heredó de su padre, el escultor Bernardo Vieco. Se graduó de arquitecto en Bogotá. A pesar de que recién estrenado el título empezó a trabajar en entidades como el Instituto de Crédito Territorial, su deseo era salir del país para mirar el mundo. Su destino fue Francia. Se matriculó en la Escuela de Urbanismo de la Universidad de París.

Durante la década del 50 vivió en Europa, tiempo que resultó fundamental para su formación y que él aprovechó para presentar la nueva arquitectura colombiana, entonces desconocida en en el medio cultural europeo.

"Mi trabajo tiene influencia de Le Corbusier y del español Josep Lluís Sert", afirmó en una ocasión. En París, junto a los prestigiosos arquitectos Marcel Breuer y Bernard Zehrfuss, participó en el proceso de diseño del edificio de la Unesco. "Durante este periodo, estuvo en contacto con grandes artistas, como Joan Miró y Alexander Calder", dice su esposa, Ana Gutiérrez.

Su temperamento alegre y su interés intelectual lo llevaron, además, a ser parte de un grupo de amigos en el que estaban, entre otros, Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Mutis y Álvaro Castaño Castillo. Mendoza, en efecto, recordaba en un artículo las fiestas que, con guitarra en mano, se hacían "en el apartamento de Hernán Vieco, en la rue Guenegaud" de París. "Gabo no hubiera sido Gabo sin la calma que le dio la generosidad de Hernán Vieco", afirma Álvaro Castaño, y se refiere a los tiempos cuando García Márquez no tenía cómo sostenerse en la capital francesa, mientras escribía. "De todo el grupo, el único que tenía un poquito de plata era Hernán y él decidió pagarle los gastos para que escribiera cómodamente". Tiempo después, fue uno de los invitados a acompañar a Gabo en la recepción del Nobel en Estocolmo.

En Colombia, Vieco se unió al grupo de arquitectos que trajo la modernidad, como Rogelio Salmona, con quien trabajó. Su obra es reconocida sobre todo en la academia. Fue decano de Arquitectura de la Universidad Nacional por varios años y luego profesor de la Universidad de los Andes.

"Su figura es importante en el campo de la docencia y la divulgación cultural e ideológica de la modernidad arquitectónica en el país -opina el arquitecto Germán Téllez-. Su labor en el campo de la enseñanza y de otras gestiones en pro del movimiento moderno del urbanismo y la arquitectura tiene gran significación".

Téllez se refiere a hechos como su participación en el equipo que llevó a cabo los diseños para la renovación de Tumaco en los años 50, o su idea -junto al arquitecto Germán Samper- de crear la Bienal de Arquitectura en Colombia.

Así como él heredó el arte de su padre, su hija Laura siguió su camino y hoy es una arquitecta de 29 años con residencia en México. "Mi padre hizo una arquitectura moderna y cálida", dice al definir el trabajo de Vieco. Y no duda en elegir la creación que más lo representa: su residencia de Suba, en el norte de Bogotá, donde el arquitecto vivió 37 años. Una casa con cúpula, entre pinos y sauces. Para él, la arquitectura debía ser la suma de creación, estética y respeto de los materiales.

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GERMÁN VIECO

Germán Vieco Testimonio pictórico  de Antioquia
 

En sus acuarelas todo adquiere protagonismo. Tras de cada una de ellas hay-sin duda- una historia, una vivencia, una gesta, un sentimiento, un recuerdo, un valor; algo que en su concepto no debe pasar inadvertido para nadie. Ese es su compromiso tácito: pintar la historia y las cosas que están dejando de ser. Y esto lo expresa sencillamente: sin aplicar teorías ni medios que requieran justificación alguna, ya que según él lo bello no necesita explicaciones. Para el maestro Vieco es una verdad absoluta que todo sucede una vez y para siempre.

 

Su obra es una memoria de la patria chica. Un muestreo del rostro, actividades, costumbres y paisajes regionales.  Apreciar su trabajo es evocar con la memoria la historia silenciosa pero viva y alegre de gentes que aun pueblan nuestras ciudades y campos.

La obra pictórica de Germán Vieco intenta fijar en imágenes la vida cotidiana y el entorno geográfico del pueblo antioqueño. Esta ha sido su obsesión personal y también su compromiso como artista. La mayoría de sus temáticas tienen este común denominador: apresar en el tiempo aquellos elementos de la realidad que constituyen los fundamentos de nuestra identidad cultural. Su pretensión no es otra que re-crear las gentes y el ambiente que aprendió a conocer desde sus años de infancia; compartir con otros las cosas, las sensaciones y sentimientos que nos engrandecen; humanizar y sensibilizar la mirada y el corazón del público; captar la esencia del pueblo antioqueño. 


En sus acuarelas todo adquiere protagonismo. Tras de cada una de ellas hay-sin duda- una historia, una vivencia, una gesta, un sentimiento, un recuerdo, un valor; algo que en su concepto no debe pasar inadvertido para nadie. Ese es su compromiso tácito: pintar la historia y las cosas que están dejando de ser. Y esto lo expresa sencillamente: sin aplicar teorías ni medios que requieran justificación alguna, ya que según él lo bello no necesita explicaciones. Para el maestro Vieco es una verdad absoluta que todo sucede una vez y para siempre.

Su obra es una memoria de la patria chica. Un muestreo del rostro, actividades, costumbres y paisajes regionales.  Apreciar su trabajo es evocar con la memoria la historia silenciosa pero viva y alegre de gentes que aun pueblan nuestras ciudades y campos. "Así vivimos aquí" es lo que parecen expresar con ternura, curiosidad y poesía sus imágenes. "Mis temas son sencillos: los que la gente puede ver a diario en los caminos, bosques y lugares de Antioquia, la tierra bella del mundo. Esas cosas simples pero preñadas de ancestro, con olor a establo, a arriero, a enjalma, a yaraguá y todo lo que nos trae la nostalgia de los tiempos idos. En mis obras recojo la dulce evocación de los abuelos en el corredor de chambranas, sentados sobre un tronco, contemplando las canastas con melenas, las matas de novios sembradas en la bacinilla vieja, en la olla de aluminio o el bucólico campo con aromas de yerbabuena. Todo eso que la civilización se va llevando y que nunca más volveremos a ver".

Germán Vieco es un pintor que crea por placer y que realiza su obra con plena conciencia por lo que quiere comunicar. La acuarela como su primordial medio de expresión es una opción que asumió muy temprano en su carrera artística. La rapidez, la obtención de resultados inmediatos, fue el criterio que le hizo abrazarla con tanta fuerza y convicción. Para él, la acuarela es un arte mágico y confiable que vence al tiempo y al olvido. Una técnica mitad magia y mitad conocimiento y revelación. Una vida intensa, incesante y dramática requiere de respuestas que permitan el uso pleno de todos nuestros sentidos. Por eso, la acuarela constituye la herramienta más adecuada para realizar ese inventario de la patria chica. Con la elección estética de la acuarela ha podido acceder a la realidad y al imaginario colectivo con fuerza, gozo y sinceridad. Sin retórica ni discursos. Solo con la fuerza que comunican sus sencillas pero impactantes imágenes.


El valor de su obra está en el conjunto de acuarelas que la conforman, incluyendo aquella que realizó por primera vez al aire libre cuando apenas contaba con ocho años de edad y no tenia noción alguna de la técnica y tampoco de dibujo o la perspectiva, y cuyo merito anecdótico está en el hecho de haber sido realizada con la compañía de sus amigos de la cuadra en el barrio Boston de Medellín: Luis Hernández y Fernando Botero. Cada acuarela suya es un pedazo de sus vivencias. El saber extraer verdad y belleza de lo que diariamente contemplamos con indiferencia es propio de los artistas.

Su formación profesional corrió por cuenta propia. El mismo se estima un autodidacta y considera que su ruta actual la encontró desde que tiene uso de razón. Todo lo que sabe lo aprendió con gran esfuerzo. Su infancia transcurrió en un ambiente familiar propicio para cultivar esta temprana inclinación. Los objetos, las cosas y las circunstancias que recuerda de su niñez están estrechamente relacionadas con el dibujo y la pintura. Entre sus principales influencias recuerda a sus propios hermanos, a su padre, dueño de una empresa de artes graficas, y también a su tío Luis Eduardo Vieco, un gran acuarelista de quien nunca recibió una instrucción personalizada de su técnica. Al niño Germán Vieco le encantaba dibujar las escenas decembrinas; le gustaba pintar aquellos globos que la familia elevaba en una finca que tenían por Robledo. En estos comienzos dibujaba más por imaginación. La realidad como modelo es algo que asume unos años después.

Cuando era un niño salía con sus amigos a pintar al aire libre, tal y como lo hacían por entonces los pintores más reconocidos localmente. Todos los sábados y días festivos, casi religiosamente, acudían a los alrededores de Medellín en busca de temas. Por entonces, la ciudad era muy pequeña, todo estaba cerca y la mayoría de los rincones estaban repletos de calor humano, paisaje y color. En su memoria todavía, están vivas las salidas a pintar la cúpula de la iglesia de Buenos Aires, las lavanderas que diariamente se servían de las aguas de la quebrada Santa Elena y la carbonería que estaba cerca de su casa.
Sus años de adolescencia también transcurren entre mesas de dibujo. Primero, en el taller de artes graficas de su padre y luego independientemente como dibujante publicitario y comercial. Esto sin abandonar jamás su obsesiva pasión por la acuarela. Durante este periodo, dos personas lo motivaron indirectamente para perseverar en este propósito. Uno de ellos, su tío,  a través de la observación que realizaba de su obra. Y otro, el maestro Humberto Chaves, un hombre que hizo del costumbrismo y de los ancestros antioqueños un arte grande. Era un admirador de las temáticas que desarrollaron ambos acuarelistas.

El estudio de la obra de Chaves lo hizo en una joyería, localizada en la calle Colombia con carrera Bolívar, donde semanalmente se exhibían dos cuadros del maestro. Allí pasaba horas observando cómo este había trabajado un tema, cómo había trazado una pincelada, cómo había logrado la iluminación y los cortes de luz y sombra. Estas informales clases al aire libre, sumadas a la visita a cuanta exposición se presentaba y a la consulta de cuanto libro especializado llegaba a las librerías y bibliotecas de la ciudad, constituyeron su escuela y su programa pedagógico. Estos momentos ejercían en él tal estimulo que una vez llegaba a su casa ponía en práctica todo lo aprendido. Y aunque este aprendizaje le demandó mucho tiempo y esfuerzo, agradece a Dios el talento y la capacidad que siempre tuvo para asimilar todo aquello que hoy hizo de él lo que es: un artista de la acuarela.

En Miami, y por espacio de un año, realizó estudios de dibujo comercial. A su regreso se vinculó nuevamente al diseño de empaques. Y lejos de pensar en abandonar este trabajo tan absorbente, lo aprovechó para continuar su aprendizaje de la acuarela, en un proceso de reciproca alimentación. Trabajar con los colores le producía una inmensa alegría. Era una forma de permanecer cerca de la acuarela.

La primera exposición del maestro cartagenero Hernando Lemaitre en el Club Unión lo marcó profundamente. Sus temas sobre Cartagena, el mar y la costa, fueron repasados y analizados una y otra vez durante los días de permanencia de la exhibición. Tan grande fue su impacto que a partir de entonces decidió empezar a tomar más en serio su aprendizaje del arte de la acuarela.

A partir de 1974, cuando ingresa como docente del área de dibujo publicitario al Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia; su fascinación por la acuarela se enriqueció. En sus 21 años de actividad académica, y hasta su jubilación en la Universidad, contagió con sus sueños a otros: alumnos y profesores, con los que formó un grupo de acuarelistas que salían todos los fines de semana a pintar al aire libre hasta que el sol se ocultara. El, que siempre había anhelado contar con una guía, se convirtió en uno de los más queridos y respetados maestros de los estudiantes. La enseñanza fue su nueva pasión. El ambiente universitario lo atrapó y acogió como un hijo privilegiado. De su paso por las aulas, al maestro le complace el hecho de haber tenido la valentía de sembrar la semilla de incrementar el uso de la acuarela como técnica pictórica en una época y en un medio artístico que la concebía como un arte menor y en contravía de los tiempos modernos.

Por esta misma época, aparece en su vida don Gabriel Fernández Jaramillo, un padre y un mecenas, que interesado y convencido de sus dotes artísticas lo persuadió para que realizara una exposición de su trabajo en el Club Unión. Desde entonces, Germán Vieco empezó a trabajar con más fe e intensidad. Y las exposiciones se multiplican con el paso de los años.

Para Germán Vieco las satisfacciones más grandes y conmovedoras a lo largo de su carrera las ha recibido de la gente que conoce y ha seguido la evolución de su obra, y de las personas que asisten a sus exposiciones. “Sólo ellos saben lo que yo siento al pintar. Amor y placer”. Esto es lo que convierte al arte en un acontecimiento universal. Expresiones espontáneas del público como “Germán, se te inundó el alma”, a propósito de una exposición colectiva sobre la tragedia del pueblo del Peñol, que desaparece para dar campo a una represa, son satisfacciones que bien le valen toda la vida invertida en el aprendizaje de su arte.

La obra de Germán Vieco impresiona por la belleza de su sencillez, la capacidad de evocación y la provocación que suscita en la mirada y sentimientos de las nuevas generaciones. “Ahí  quedan pues algunas estampas de nuestros campos para que nuestros hijos y nietos las visiten, aunque sea espiritualmente”.
 

GERMÁN VIECO Interprete de la Naturaleza

Siempre se ha dicho que para señalar la significación de un artista necesariamente hay que relacionarlo con su obra y el contexto que la alimenta. Es, desde luego, una condición previa para definir el carácter y la trayectoria de las realizaciones artísticas. Se refleja en esa consideración su personalidad, su estado anímico, factores que permiten la apreciación de una obra artística derivada directamente del sentimiento, que deja gran parte de la fantasía particular de cada artista.

En el caso muy singular de Germán Vieco se da esa identidad en el testimonio de sus obras. Hay, en todas ellas, un perfil escrutador de lo propio, del entorno, del ancestro y de todo cuanto tiene un valor representativo en esa relación cotidiana del hombre con la naturaleza. Basta detenerse frete a una, cualquiera de sus acuarelas para establecer ese vínculo sentimental del autor con su obra. Se dice que el dibujo puede representar la forma y el volumen, lo que permite afirmar que saber dibujar es saber ver. Trasciende a través de la visión y del sentimiento, al movimiento de los pinceles, al color de los paisajes y a la acción de las figuras en todos los escenarios de la naturaleza, concurridos, es no pocos casos, por la pobreza y por  lo elemental en un asentamiento humano. Es la característica casi perenne de nuestro entorno rural. Es la dimensión del mundo campesino visto desde los ángulos vitales de su existencia. Son los rasgos propios de identidad que consagra en sus cuadros Germán Vieco. Se conjugan los cultivos  con la presencia de los canastos, de los precarios utensilios domésticos, el muro deteriorado de la casa y la ventana rústica abierta al sol y al viento, circundada de matas florecidas y hojas verdes. Como lo afirma el mismo Germán, en sus obras plasma lo que la naturaleza le ofrece porque, “El artista nunca superará el color y la luz que ella pone ante sus ojos”.

A la pintura se asigna el anticipo de las artes y en ella se indican expresiones propias de épocas y lugares. Es un mensaje, una comunicación, un lenguaje. Los egipcios en los grabados de movimientos hieráticos y de animales pintados en las cavernas, lo mismo que los griegos en una estilización humanizada, entre la mitología y la vida real convocando la inspiración de los artistas posteriores. Ese influjo del arte pasó en la edad media al campo religioso.

Es algo ya establecido que cada técnica tiene propiedades y demanda un modo de trabajo peculiar, circunstancias estas que conforman la especialidad y el estilo. Así ocurrió con los paisajes toscanos y el arte de la pintura y a la escultura que tuvieron como centro a Florencia y que se dejaron identificar por esa fusión plástico- pictórica advertida en toda la época del Cuatrocento o del primer Renacimiento. Es igual a lo sucedido con la pintura moderna en México o con Guayasamín en el Ecuador. Podría repetirse entre nosotros cuando se habla de las gordas de Botero, o con la línea inconfundible de Ramón Vásquez, o con la remembranza de la ciudad de Francisco Madrid, para citar sólo unos pocos ejemplos y modelos de lo nuestro.

En la obra admirable de Germán Vieco se entrega, con una diafanidad espléndida, la huella imborrable de nuestra historia, de nuestros antepasados, de nuestros coterráneos, de nuestra gente y del núcleo familiar que se conserva entre privaciones de toda índole, sin las vocaciones de antaño y cuya subsistencia se debe, más que todo a la gracia de Dios. Son obras en las cuales se ve, se lee, se percibe y se traduce una cruda realidad que allí, en el marco de esas pinturas, se mira y se admira con alegría y con dolor. La alegría que brota del paisaje y de una naturaleza a veces maltratada. Y el dolor que fluye de esa contraposición que se encarna entre colores y figuras, desdibujando los conceptos de justicia social, de paz y bienestar.  Es lo que se ve  a diario, como lo dice el propio autor, transitando por los caminos y los bosques  de nuestros pueblos.  Allí está, en imagen de un pasado reciente, pero también, por causas muy conocidas y sabidas, de un presente inacabable.

En la obra de Germán Vieco se traducen todos los rasgos históricos de una tradición y de un pasado que aportan al proceso antropológico de nuestra sociedad. Es la unidad del hombre con la naturaleza, es su medio, en un horizonte que se extiende indefinidamente. En sus cuadros se consigna la belleza de la naturaleza en todos sus aspectos. Son, en conjunto, la síntesis de una expresión que se siente primero y se ve luego en la suma de los episodios que en la vida pueden pasar pero no olvidarse porque han sido, y son aún, esencia de una realidad que se goza, se sufre en los ciclos alternos de la especie humana, pero que de todas maneras se vive con la intensidad misma que dan los cambios del paisaje. En los cuadros de Germán Vieco hallamos el espejo de la naturaleza.

 

 
ALVARO MARÍN VIECO

A MI PERSONAJE INOLVIDABLE

Por: Álvaro Marín Vieco

 

Para que no gane el olvido,  a la memoria del artista y padre,  que de manera singular me enseño a caminar trechos llenos de alegrías y asombros,  de obstáculos y desánimos,  y que con entereza y gallardía me condujo por la única vía digna para andar por esta vida: la del arte.

 

Cuando decidimos juntar nuestras soledades,  ya nos faltaba poco trecho para recorrer,  habíamos trajinado lo suficiente para tener canceladas nuestras diferencias,  entre ellas la mirada que teníamos sobre los distintos caracteres que adornan y empobrecen nuestra circense familia.

 

Al mundo fantástico de la música me introdujo sin dogmas,  sin imposturas,  solo con la naturalidad que lo acompaño toda su vida.

Mi infancia  trascurrió a su lado,  conocí más teatros que ciudades,  mas entre telones que salas de conciertos,  era feliz en medio de músicos que me trataban como si fuera uno de ellos,  a su lado supe cómo se sufría antes y se gozaba después de los conciertos,    el lenguaje musical se me ofrecía como algo normal y cotidiano;  nuestra relación padre- hijo se volvió profesor- alumno,  intérprete- oyente,  fui creciendo y también mi sentido crítico,  que contrastaba con su benevolencia para tratar a sus colegas.

 

Solo una vez anunció su retiro de la práctica orquestal a causa de una señora,  de cuyo nombre no quiero acordarme,  que manejó la sinfónica como manejó su familia;  con el trasero;  le ofreció un sueldo de principiante,  siendo primer cello,  que lo fue siempre;  su orgullo no le permitía ganar menos de lo que merecía,  a sabiendas que a un extranjero le pagarían más que él,  tocando igual;  sacó su casta e hizo mutis por el foro,  con el tiempo la filántropa de marras tuvo que tragarse sus palabras con dinero y todo y suplicarle que volviera a la orquesta,  por lo que le dijera.

 

 

Era un jayán en toda su dimensión,  incansable para las labores humildes que no le dejaban tener quietas sus manos,  largas y sucias de tanto arreglar lo inarreglable.

 

De esbelta figura,  bien parecido,  resultaba muy atractivo para las mujeres,  las que siempre tuvo a su lado,  pero siguiendo un turno riguroso que les imponía la vida;  se trataron recíprocamente con ternura y delicadeza.

 

Se sentía incomodo tocando en orquesta grande,  no le gustaba someterse a los dictados de los directores dictadores,  se sabía músico de cámara y escogió el lenguaje más difícil y bello para expresarse,  dónde cuatro voluntades se unen para formar una sola,  en el colmo del desprendimiento en aras de un resultado:  el cuarteto de cuerdas.

 

Fue un demócrata en la música,  liberal de izquierda en política agnóstico en creencias religiosa aunque a veces se dejaba enredar en mis artimañas de ateo insufrible.


Austero para comer y beber;  sus gustos gastronómicos eran de un triste insípido,  le encantaba el aguachento sancocho,  y la carne molida como polvo;  su sonido en el violín cello era suave como lo fue el trato a sus alumnos,  tierno y sutil para enseñar,  fue un caso excepcional como multiplicador de instrumentistas.

 

El deterioro natural de su vida lo llevo muy al final a tener que  desprenderse de su inseparable y bello instrumento,  un  ‘gofriller’ de la misma casa de uno de los de Casals,  su ídolo,  de sonido exquisito;  no concebía un instrumento guardado sin tocarse;  era un ser generoso y lo vendió.

 

Su salida de la vida fue sin aspavientos,  sin dramatismos,  solo media hora de malestar y moría rotundamente,  murió de un tajo,  como cae un árbol frondoso el cual me protegió con su sombrío durante toda la vida,  y para decirlo en Italiano el idioma de los músicos: “un bel morir tutta la vida honora”

 

 
HERNANDO MARIN VIECO

Su relación e interés por el violonchelo se remonta a su infancia cuando escuchaba ensayar al cuarteto de cuerdas conformado por su padre y sus primos. Pese a que el violonchelo fue el instrumento que lo motivó a convertirse en músico profesional, no ha sido su único compañero; su capacidad y experiencia para tocar instrumentos de percusión en grupos y orquestas son famosas entre sus colegas. Retratado por Carlos Tobón en mayo de 1991, actualmente Hernando Marín Vieco es violonchelista de la Orquesta Filarmónica de Medellín, y timbalista de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia.

 

 
María Teresa Vieco

pintora

Nacida en Bogotá

ESTUDIOS

Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,

Pintura, E.N.S.B.A.(Ecole Nationale Superieure des Beaux Arts), París.

EXPOSICIONES

1968 - 1- Galería Marta Traba, Bogotá,

1969 - 1- Museo de Arte Moderno La Tertulia, Cali

1978 - 1- Sociedad Colombiana de Arquitectos, Bogotá.

1982 - G Salón de Vitry, Vitry, Francia

1983 - G Art de la Rue, Art de latelier, E.N.S.B.A.

1983 - G salón de Montrouge, Montrouge, Francia.

1984 - 1- Galería San Diego, Bogotá.

1985 - 1- Iberoctub, Bonn, Alemania.

G XIII Bienal de París, París.

G Nuevas figuras, Museo de Arte Moderno, Bogotá.

G Festival Internacional de Cagnes-sur-mer-,Cagnes-sur-mer, Francia.

G Un regard sur la Colombie, Mairie du óeme arrondissement, París.

1986 - 1- Museo de Arte Moderno, Bogotá.

1- Galerie Antoine Candau, París.

G Droits de lhomme et libertés, Bibliothéque centrale de la justice, París.

G 12 Pintores, Salón Skandia, Bogotá.

G Diez Años de Arte Colombiano, Museo de Arte Moderno de Bogotá,

Banco Imperial, Río de Janeiro, Centro Cultural de Sao Paulo Latinoamericano Roma.

G Bienal de la Habana, La Habana, Cuba.

1987 - G- Carpeta Cartón de Colombia, edición de 150 litografías.

G,- Salón Nacional de Artistas, Bogotá.

1988 - 1- Tierras, C4alería C4arcés Velázquez, Bogotá.

G 1era. Bienal de Bogotá.

1989 - 1- Ficciones, Centro de Arte Actual, Pereira.

1-Ficciones Museo de Arte Moderno La Tertulia, Cali.

G 15 Artistas, Galería Diners, Bogotá.

G- Jóvenes Artistas, Galería El Museo, Bogotá.

1990 - 1- Galería Jenni Vílá, Cali, Colombia.

G Salón Nacional de Artistas Colombianos, Bogotá.

G Imágenes y Signos, Galería el Museo, Bogotá.

1991 - 1- Murs, Théátre Gerard Philipe, St Denis Francia.

G Salón Nacional de Artistas Colombianos, Bogotá.

1992 - 1- Lugares y Cuerpos Galería Diners, Bogotá.

G- Expressions Actuelles, 62 Artistas de América Latina, Nanterre, Francia.

1993 - G- Four Latín American Artists Living in París, Camporeale, Cuiat, Vejarano, Vieco,

Ergane Gallery, New York.

1994 - 1 El Viaje, Galería Jenni Vilá, Cali, Colombia.

G Latín American drawings prints and portfolios, Develin Gallery New York.

G Salón Nacional de Artistas Colombianos.

1995 - G De París a Barranquilla, Barranquilla, Colombia

1- Le meme esprit, Fundacion s.S.l.Patiño, Ginebra, Suiza.

1996 - 1- Galería Diners, Bogotá.

1 Exposición Individual

G Exposición Colectiva

1998 - Galeria Diners, Bogota

2000 - Exordio2000, Galería Diners, Bogota

Tomado del plegable de exposición de la Galería Diners  
NOTA:  ColArte tiene gran interés en inscribir y actualizar la obra de esta artista

 

 

JORGE ALBERTO MARÍN R.

 

Nació en Bello en 1956. Cursó estudios de piano en la Universidad de Antioquia con Harold Martina y con Tamás Ungar en Texas Chrsitian University. En 1978 fue solista con la Orquesta Sinfónica de Antioquia, en 1980 invitado de la Filarmónica de Bogotá y en 1984 solista en EEUU bajo la dirección de Orlo Gilbert.  En 1992 dio origen a la Fundación Marín Vieco, (www.marinvieco.com) creada en homenaje al escultor Jorge Marín Vieco y al legado de la familia Vieco artistas.  La fundación es muy activa en el estímulo a artistas jóvenes y en la creación de microempresas con sentido social.

 

La propuesta de la Fundación Marín Vieco con la obra del maestro Carlos Vieco, fue ganadora del primer premio en el Festival Mono Núñez en el año 2000 con la participación del compositor Juan Domingo Córdoba.

Marín es un destacado luthier y afinador de pianos y dirige un moderno taller de restauración en Medellín. 

Es autor de varios proyectos escultóricos en asocio con Julio Maldonado, entre ellos “Elegía a una Lavandera” con 8 metros de altura y varios bustos en la ciudad de Bello. 

En 2008, por sus iniciativas empresariales, filantrópicas y de servicio a la comunidad, fue distinguido con el título Honoris Cáusa en Administración de Empresas por la Corporación Universitaria Adventista de Colombia.

 

 

MARIA VICTORA ROMERO VIECO

 

Nacida en Bogotá, es hija del compositor Víctor "El Chato" Romero, y sobrina del maestro Carlos Vieco.

Obtuvo el primer puesto en categoría obra inédita en el Festival “Antioquia le Canta a Colombia 2003” con su pasillo: “Cuando Llora tu Alma”.  En 2004 fue ganadora del primer puesto obra inédita en el Festival   “MONO NÚÑEZ ”,  máximo certamen de la música andina colombiana con:  “Bambuco de los Abuelos”.

Las composiciones de Vicky Romero le cantan al amor, a los valores y la vida.

La sencillez y espontaneidad estética de sus propuestas musicales, constituye uno de sus mayores logros, continuando con la tradición y legado de sus maestros y mentores.

 

En la actualidad es arreglista y directora del grupo "Lúmine" conformado por sus hermanos (as)  y sobrinos (as) y del grupo femenino “Aroma”, ganador del primer puesto en la modalidad grupo mixto del Concurso Nacional del Bambuco, en  2005.

Vicky tiene dos hijas, Eliana y Láura.  Reside en Medellin donde alterna su actividad artística con  su profesión de odontóloga.

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