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Art​ículos De La Familia Vieco
El Apellido Vieco

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Respetando ajenas razones, creemos que Vieco no es apellido italiano, sino muy español.

En viejos papeles del siglo XVIII, a partir de 1762, concernientes al desaparecido pueblo de Cancán (que poseemos originales), entre los españoles de pro, al lado del don Pedro Caballero, aparece abundosamente con su firma perfecta en nombre de “don Raphael Joseph Vieco”, unas veces como testigo de autos y otras como alcalde ordinario. Asimismo, en el Padrón de vecinos de San Martín de Cancán (1772) se lee: “don Raphael Vieco, su esposa, un hijo y diez esclavos”. Su condición de español se desprende de esta petición hecha al Rey en 1771: “Se ha de servir V.M. de mandar hacer un cómputo y empadronamiento de todo el vecindario que contiene dicho valle (Cancán), con la distinción que los que fueren con calidad de DON son legítimos españoles o hijos de españoles…”.

 Y era español importante: tenía buen número de esclavos. Además su esposa era doña Marina Escobar y Guerra Peláez, de los Guerra Peláez que en el Valle de Aburrá emparentaron con los López de Restrepo.

Las familias de Cancán fueron pasando a Yolombó: Caballero, Olanos, Alzates, Ceballos, Orregos, Morenos, González, Romeros, etc. También, según nuestra buena deducción histórica, la familia Vieco.

No pudo ser entonces que el hijo de don Raphael Joseph, que menciona sin nombre el censo parroquial, fuera el padre de Pedro Emigdio, y éste a su vez padre de Camilo, para establecer así la corriente de sangre de los Vieco?

Personalmente recordamos que la calle de El Retiro (hoy de Zea) era, en inmensa porción, superdominio de descendientes de los Vieco; y de ellos era una gran haciendo panelera, por los lados de El Rubí, que tenía nombre de miel y de música: “La Melonada”; buen bautizo éste que tenía que brotar de la mente de quienes han sido una verdadera dinastía musical.

Un hogar donde todos fueron artístas fundó doña Teresa Ortiz de Vieco

 

por: Jorge Robledo Ortíz

 

Doña Teresa Ortiz Cárdenas formó con don Camilo Vieco hace 102 años un hogar del cual sus nueve hijos, - seis varones y tres mujeres – todos fueron artistas, es un caso excepcional el hogar Vieco – Ortiz en la historia latinoamericana de todos los tiempos. Sus antepasados no fueron guerreros como  los de doña Simona Duque de Alzate que fue en toda Colombia la llamarada del heroísmo, la austeridad y el patriotismo. 

Eran tiempos diferentes. Doña Simona entregó a la república naciente la plenitud de su potencial humano representado en sus escasas joyas y en sus cinco hijos.

Doña Teresa Ortiz de Vieco, en épocas más avanzadas, le dio a la patria nueve hijos, todos artistas en las más diferentes manifestaciones del arte nacional.

Músicos, compositores, escultores, pintores, fotograbadores, ingenieros y arquitectos que desempeñan sus funciones con la más absoluta sujeción a los preceptos artísticos. Gentes todas que nacieron signadas por la influencia del arte. Y que con esa influencia realizan a diario obras eminentemente creadoras en todos los campos relativos a su especialidad.

Aún cuando la desidia – ambiente ha cegado los ojos al común denominador de las gentes de la ciudad, a nadie se oculta que la familia Vieco – Ortiz es un grupo étnico de singulares méritos que acreditan esos apellidos, ante la faz no solamente de Colombia sino de todo el mundo, como el de una familia excepcional dentro de la cual todos sus integrantes son artistas de las más alta jerarquía. No es esta la ocasión de relevar en detalle, los méritos de cada quien… que muchos son. Pero si es importante hacer notar que,  por lado paterno, los Vieco tienen una raigambre eminentemente campesina que los vincula a aquellos titanes de la raza que hicieron posible el milagro del Ferrocarril de Antioquia, cuando jornaleros de pico y pala se tragaban los tremedales de La Malena y Caracolí y le “rompían el alma” a los hostiles y enhiestos roquedales de “La Quiebra” Don Camilo Vieco fue un modesto carpintero yolombino con inquietudes artísticas que se manifestaban hasta en los más rutinarios trabajos de la procesación de las maderas regionales. Se estableció en Medellín a principios de 1870 y a poco tiempo de haber instalado su taller, fue considerado como el mejor carpintero de la ciudad. Las piezas que salían de sus manos tenían las características de verdaderas obras de arte. Porque como ebanista – carpintero don Camilo Vieco fue un artista en la plenitud del vocablo. Además de estupendo diseñador, fue un magnífico acuarelista y aún cuando no se destacó en este campo, por la premura que imponía el trabajo, dejó acuarelas de indudable mérito y una serie de bocetos sobre temas típicos que valen tanto, o más, que una obra acabada.

“Capas raciales”

El entre título anterior hace recordar el hermoso cuento del maestro Efe Gómez – uno de los escritores  costumbristas más inspirados del habla hispana – en el cual se presenta la más brillante apología de los atributos vertebrales de la raza. Y viene al caso ese título, como anillo al dedo, porque el hogar que en  1877 formaron don Camilo Vieco y doña María Teresa Ortiz fue una auténtica cepa racial.
El reverendo padre Jesús María Ortiz Cárdenas, hermano de doña María Teresa, fue quien ofreció en 1877 la ceremonia nupcial en la cual se formó el hogar Vieco – Ortiz. El distinguido levita antioqueño fue hombre de vastísima ilustración, versado en idiomas, derecho canónico y oratoria sagrada. Y como especial detalle que acredita su noble prestigio en el campo de la oratoria, hay que hacer referencia a que el padre Jesús María Ortiz Cárdenas ha sido el único sacerdote colombiano que tuvo el honor altísimo de predicar en el púlpito de la Basílica de “Notre Dame” de París. Fue párroco en ocho municipios de Antioquia y terminó sus días cuando ejercía su cargo de capellán de la iglesia de San Benito en Medellín. La muerte lo sorprendió cuando promediaba la primera década de este siglo y cuando no había cumplido los sesenta años. El padre Ortiz ambicionaba vivir, por lo menos cien, según se desprende a la anotación que de su puño y letra aparece al reverso de una novena a Jesús Nazareno que se conserva con sagrada reliquia en el hogar de los Vieco Ortiz. La anotación dice: “El forro de este cuaderno debe servir siquiera 100 años que pienso vivir… Dios mediante. Enero 4 de 1885. Ortiz, Pbro.”

Del meritísimo hogar formado por don Camilo Vieco y doña María Teresa Ortiz hubo los siguientes hijos, todos artistas:

LUIS EDUARDO, ya fallecido. Pintó al óleo y a la acuarela y pastel. Insigne creador de obras inspiradas en el tipismo antioqueño. Y flautista, además de profesor de diversas asignaturas de pintura y música en el Instituto de Bellas Artes.
GABRIEL, también fallecido. Violinista concertino de la Orquesta Filarmónica Nacional y profesor en los Conservatorios de Bogotá y Medellín. Fue, además, el más original constructor, afinador y reparador de órganos y pianos que haya habido en Colombia.
ALFONSO, artista múltiple considerado por la crítica musical como uno de los pocos ejecutantes que en nuestro país domina la técnica del violonchelo, el contrabajo y el saxofón. 

CARLOS, uno de los varones que ha dado a Antioquia y a Colombia, las composiciones de más noble inspiración sobre la temática de la música popular en el más alto grado de selección. Fue director artístico del mejor conjunto instrumental de danzas folclóricas que haya tenido Antioquia: El Conjunto “Tejicóndor” que obtuvo, por méritos logradísimos, el privilegio de representar a Colombia ante la Casa Blanca en Washington. Sobre la obra que con singular brillo y ejemplar modestia, ha realizado el maestro Carlos Vieco Ortiz están en mora los apologistas de la música eminentemente colombiana de escribir volúmenes y volúmenes. Hay en la vida del Maestro Carlos Vieco Ortiz mucha tela de donde cortar para escribir una obra que reafiance el prestigio musical de Colombia ante el universo entero, en estos momentos en que esa plebeya y ruin bazofia de la llamada música caliente nos intoxica y nos asfixia hasta la desesperación. Ahora vale más un poco de un tal Peñaranda titulado “Las Secretarias” en el cual se ridiculiza, se afrenta y se calumnia miserablemente, con alevosía y sevicia, a ese meritorio gremio de las mujeres que trabajan decorosamente, hasta como auxiliares de gerencia, y en cuyas vulgares estrofas (¿) se les califica hasta de prostitutas clandestinas… vale más, repetimos ese nauseabundo retozo de letrina que el maravilloso vals del maestro Vieco que se titula “Cultivando Rosas” que es una nobilísima exaltación de la armonía del sonido y el color, con un fondo de romance de sin igual delicadeza.

ROBERTO, otro de los músicos de la familia Vieco – Ortiz que pudiéramos calificar de hombre – orquesta. Su fuerte es el clarinete y todos los demás instrumentos que se denominan “maderas”, sin que ignore la técnica “las cuerdas”, y los “cobres”. Y tampoco la batuta porque como director de la antigua Banda Departamental que disolvió el ex – gobernador Dionisio Arango Ferrer, por el temor que “El Negro Millo Velásquez” bombardeara con la “tuba” el edificio gubernamental de Calibío, Roberto Vieco Ortiz dio plenas demostraciones de ser un excelente director.
BERNARDO, fallecido. Fue uno de los escultores colombianos que con mayor fidelidad estética cinceló el mármol de Carrara y la piedra nativa. Talló las maderas exóticas de Colombia y modeló el barro telúrico para fundir en el “matacho” por él mismo dirigido, estatuas, bustos, placas alegóricas.

TULIA, pianista que, en la intimidad del hogar, se regocija en la interpretación de las obras más selectas de la literatura  musical de todos los tiempos. Es madre de otros dos artistas: Jorge Marín Vieco, escultor y flautista y Alberto Marín Vieco, considerado como el mejor violonchelista de Medellín.

EUGENIA, pianista, profesora de solfeo y constructora de rollos para pianola. Y, finalmente:
SOFÍA, también pianista, instrumentadora y estupenda copiadora de música en el papel pautado.
Tomado del El Correo, Mayo 11 de 1965

Vieco Ortiz, la familia del arte que nació en una carpintería de Yolombó

 

Por : Hernando Guzmán Paniagua - Periodista elpulso@elhospital.org.co

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Don Raphael y Don Francisco Vieco, dos ciudadanos españoles que llegaron a Colombia a fines del siglo XVIII, jamás imaginaron que serían los patriarcas de la mayor dinastía artística del país, que se confunde con la misma historia del arte en Colombia y es paradigma del quehacer espiritual como vocación de familia. En el frondosísimo árbol genealógico de la familia Vieco Ortiz, desde el viejo Raphael Joseph Vieco de fines del siglo XVIII hasta los niños y niñas que estudian hoy en los semilleros de música y pintura en Medellín, difícilmente hay un Vieco que no tenga algo que ver con el arte o la cultura.Hablar del patriarca de la familia, el maestro Camilo Vieco, es remontarse a la llegada de uno de los ancestros ibéricos,

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Raphael Joseph Vieco, quien figura en 1772 como alcalde del pequeño villorrio de San Martín de Cancán, jurisdicción de Nuestra Señora de Remedios, nordeste antioqueño, como lo documenta el historiador Carlos Gómez Botero. Raphael contrajo matrimonio con Marina Escobar Guerra, en tanto que su hermano Francisco Vieco, casado con María Josefa Gaviria Gallón, sentaba sus reales en la costa atlántica.

El tratadista Felipe Santiago Paz Rey refiere que esos finales del siglo XVIII están marcados por el auge del cimarronismo, las sublevaciones de esclavos que generan la desaparición de varios poblados. Entre ellos estaban San Bartolomé de Buenavista y San Martín de Cancán en Nuestra Señora de Remedios. Su declinación provocó el traslado de los Vieco a Yolombó, solar nativo o patria ancestral de la casa Vieco Ortiz. Allá en las breñas yolombinas, geografía ubérrima por donde discurren la marquesa de Yolombó y otros personajes de don Tomás Carrasquilla, con sus legiones de esclavos y sus títulos nobiliarios, figura un señor Teodoro Vieco, desposado con una negra liberta. Allá, en ese ámbito donde se confunden de manera prodigiosa la tradición minera, el arte religioso y la herencia de los plateros, orfebres y talladores de España, aparecen los Viecos, una dinastía con tantas ramificaciones como las doce tribus de Israel.

De Yolombó se riega la simiente de los Viecos por todo Antioquia y sobre todo en Medellín donde se estableció don Pablo Emigdio Vieco. Él se había casado con doña Dolores Arrubla y son ellos los padres del gran patriarca Camilo Antonio Vieco Arrubla, el tronco del cual se desprenden los nueve hijos que escribieron páginas inmortales de las bellas artes en Colombia.

El intelectual antioqueño Juan Luis Mejía Arango, dice con razón que los Vieco Ortiz nacieron en una carpintería, quizás el oficio más noble. Basta saber que Elías y Alejo Vieco Arrubla, hermanos del viejo Camilo, eran carpinteros y talladores insignes, además de músicos y compositores. Alejo y Camilo ornamentaron el altar de la iglesia de Santa Gertrudis en Envigado.

El pentagrama nacional es inconcebible 
sin las más de dos mil obras musicales de 
Carlos Vieco Ortiz, figura cimera de esta familia artística. 

De Elías Vieco, reconocido fundador del antiguo Museo de Zea (hoy Museo de Antioquia), se conocen partituras de canciones populares, en la más culta notación, con letras en varios idiomas y perfecta caligrafía. Las serenatas que llevó y su temperamento artístico le valieron a Camilo el amor de Teresa Ortiz, de cuyo matrimonio nacieron los nueve grandes artistas, a saber: Luis Eduardo, Bernardo, Carlos, Roberto, Alfonso, Gabriel, Tulia, Eugenia y Sofía.

Quiénes son

La pléyade artística que representa la familia Vieco Ortiz ha enriquecido de manera sinigual la historia del arte colombiano. El patriarca Camilo Antonio Vieco, quien vivió 105 años, poseyó la triple maestría de músico, pintor y escultor, savia vital que irriga el talento múltiple de sus descendientes. Al lado están sus hermanos Elías y Alejo, y de ahí en adelante vienen la interminable progenie de los Vieco Ortiz, las dos ramas Marín Vieco y múltiples combinaciones de sus vástagos.

Cada uno de los nueve hijos de Camilo Antonio Vieco, a su vez troncos de otras familias igualmente talentosas, desarrolló habilidades especiales, además de la música que fue el talento común. Luis Eduardo Vieco Ortiz, el primogénito, nacido el 25 de septiembre de 1882, discípulo de Francisco Antonio Cano y compañero de Humberto Chávez, fue pintor especialmente a la acuarela, notable flautista, caricaturista, geógrafo y autor de una propuesta de pénsum para el naciente instituto de Bellas Artes. Bernardo, además de guitarrista, fue uno de los grandes escultores de Antioquia.

 

Al elevar a la categoría de arte la decoración arquitectónica, aportó a la modernidad en la primera mitad del siglo XX. Se lo reconoce además como pionero de la fundición, a raíz de sus estudios en París, adonde viajó con la plata ganada en una rifa. Bernardo propuso la utilización de modelos desnudas, cosa que le acarreó, además del cierre de Bellas Artes, la oposición de las damas medellinenses, incluso de su esposa quien manifestaba entonces: “¿Cómo aceptar eso? Y con Bernardo tan buen mozo, ¡mucho menos!”. Carlos Vieco Ortiz es la figura cimera de la dinastía, músico colombiano del siglo XX, compositor prolífico, intérprete virtuoso, pedagogo ejemplar, su genio merece mención aparte. Roberto, notable clarinetista, fue el primer director de la banda departamental. Alfonso se destacó como brillante violonchelista, profesor del Instituto de Bellas Artes y además luthier, lo mismo que Gabriel que fue un excelente violinista.

 

Las tres hijas mujeres de la familia Vieco Ortiz tuvieron iguales dosis de talento, no así las oportunidades y los espacios para desarrollarlo. Tulia Vico Ortiz fue cantante, compositora y guitarrista; es la madre de Alberto Marín Vieco, artista aquilatado y cabeza de una de las connotadas familias Marín Vieco que siguen dejando huella en el arte nacional. Eugenia poseyó las habilidades de cantante, calígrafa, pianista, tiplista y artesana de los rollos de pianola. Sofía por su parte administró los almacenes de música de sus hermanos.

Bernardo Vieco Ortiz propuso la utilización de
modelos desnudas para la escultura, cosa que 
acarreó el cierre de Bellas Artes y la 
oposición de las damas medellinenses, 
incluyendo a su esposa.

Bernardo Vieco

Carlos Vieco


Carlos Vieco Ortiz, el más grande
 

En forma casi heroica, Carlos Vieco se escondió para escapar al servicio militar y de esta aventura nació su primera obra, el pasillo instrumental “Echen P´al Morro”. La primera letra que musicalizó fue “Invierno y Primavera” del poeta Carlos Villafañe, y su primera grabación el pasillo “Triste y Lejano”, con letra de Enrique Álvarez. Sus obras alcanzaron gran fama y merecieron versiones de prestigiosos cantantes nacionales y extranjeros, entre ellos el doctor Alfonso Ortiz Tirado, quien aprendió sus canciones “Hacia el Calvario”, “Plegaria” y “Sed” en el taller que tenía su hermano Alfonso en el sector de Tejelo, Juan Arvizu (“La Ultima Carta”), Carlos Mejía (“Al Calor de tu Afecto”, “Tierra Labrantía”, “Ruego”, “Honda Pena”), Juan Pulido (“Invierno y Primavera”, “Las Noches de Agua de Dios”), Sarita Herrera (“Cultivando Rosas”), Agustín Magaldi (“En la Calle” y “Son de Campanas”), José Moriche, Moriche y Utrera, Luis Alvarez, etc.

 

El amor por la música convirtió su labor pedagógica en apostolado y muestra de ello es la formación musical impartida en colegios, universidades e institutos, lo mismo que la creación y dirección de coros y otras agrupaciones. Todos sus hijos lo recuerdan como un hombre sencillo, callado y pegado al piano. Julián decía que el lenguaje de su padre era el piano.

La huella continúa

 

En ese ámbito donde se confunden la marquesa
de Yolombó, la tradición minera, el arte religioso y 
la herencia de plateros, orfebres y talladores de madera, 
aparecen los Viecos, una dinastía con tantas ramificaciones 
como las doce tribus de Israel.

 

Las dos ramas Marín Vieco de esta dinastía cultural tienen también honda significación en la historia de Antioquia y Colombia. Tulia Vieco Ortiz, una de las hijas del patricio Camilo Vieco, es la madre de Alberto Marín Vieco, insigne violenchelista y cofundador de la desaparecida Orquesta Sinfónica de Antioquia. Este maestro casó con Magdalena Vieco y sus hijos son Norela MarínVieco, cantante, gestora cultural y directora del Teatro Pablo Tobón Uribe hace 18 años; Alvaro Marín Vieco, pintor abstraccionista, ganador de la Bienal de Méjico en 1980, de dos salas regionales de Colcultura y representante de Colombia en las Bienales de Sao Paulo y La Habana. Otro artista importante de esta familia es Hernando Marín Vieco, chelista de la Orquesta Sinfónica de Antioquia y de la Filarmónica de Medellín y percusionista de la banda de la Universidad de Antioquia.

 

Hermano de Alberto, el maestro Jorge Marín Vieco es llamado con razón el poeta del bronce y su nombre se inmortalizó, incluso por el famosísimo porro “Salsipuedes” de Lucho Bermúdez. Así se llama la hermosa casa museo a la cual era fácil entrar pero de la cual era muy difícil salir, sitio visitado por Pablo Neruda, Manolete y muchos otros personajes foráneos, por León De Greiff, Efe Gómez y otros pánidas. Gonzalo Arango, Manuel Mejía Vallejo y toda la intelectualidad de la época que disfrutaba de interminables tertulias. Allá estuvo Horacio Longas, quien alentó a Marín Vieco al ejercicio de la escultura. Inicialmente músico, Jorge fue intérprete pionero del saxofón en Medellín. Su producción escultórica comprende 130 obras cinceladas en diez años de dedicación completa.

Muchísimos otros artistas engalanan esta floración perenne de los Viecos. Sobresalen Raúl Vieco Sánchez, hijo de Luis Eduardo Vieco Ortiz y Sofía Sánchez, gran violinista, y padre de dos importantes artistas: Gloria Vieco, fundadora de la Orquesta Filarmónica de Medellín, integrante de cuartetos de cuerdas, profesora de Bellas Artes y la pintora Olga Vieco. María Victoria Romero Vieco ganó los festivales “Mono Núñez” y “Antioquia le Canta a Colombia” en la modalidad de obras inéditas. María Teresa Vieco Guillén es una magnífica pintora minimalista radicada en París.

Los acuarelistas Javier Mario Vieco Zapata y Cristina Vieco Cadavid; la pianista, gestora cultural y directora de coros infantiles María Eugenia Vieco; María Victoria Vieco Cadavid, restauradora del Puente del Común en Bogotá y el pintor Germán Vieco honran también esta estirpe, lo mismo que una interminable lista de artistas de diversa índole, intelectuales y profesionales de todas las ramas del saber. Otto Morales Benítez expresa: “Es una familia que está presente por todos los lados en la historia del arte y la cultura”. La museóloga e investigadora Lucrecia Piedrahita señala: “Lo más admirable de la familia Vieco es su dedicación al mantenimiento del buen arte”. El folclorólogo Jesús Mejía Ossa resalta la sencillez de los ancestros, los Vieco de Yolombó, que a partir de su condición campesina cimentaron la grandeza del arte antioqueño.

 

 

 

Obras emblemáticas

Emblemática es toda la obra del maestro Carlos Vieco Ortiz, el menor de los hombres de la familia y el mayor de los artistas. El pentagrama nacional es inconcebible sin sus más de dos mil composiciones musicales, ganador de innumerables condecoraciones y distinciones. El concurso de composición del Departamento de Antioquia, uno de los más prestigiosos de Colombia, lleva el nombre de Carlos Vieco Ortiz.

 

Representativas de nuestra plástica son las acuarelas de Luis Eduardo Vieco Ortiz, entre ellas las del teatro Junín, el cementerio de San Lorenzo y otras imágenes del viejo Medellín, Cartagena y otras pinturas en las cuales combinó la naturaleza con la figura humana y con el entorno citadino, involucró la arquitectura con el paisaje. No menos artísticos resultan sus caricaturas y los dibujos publicitarios para la “Pomada Peña”, “Café Saturno”, “Limonada Cristal” y “Librería La Pluma de Oro”, entre otras razones sociales.

De Bernardo Vieco Ortiz son emblemáticas las estatuas y bustos de Santander en Bogotá y en la plazuela de San Ignacio de Medellín, el Monumento del Parque del Obrero, “La Piedad” y otras esculturas funerarias del cementerio de San Pedro y muchas pinturas, entre otras obras. 
De Jorge Marín Vieco son proverbiales su “Cristo de la Paz” en el jardín cementerio Campos de Paz, el Juan del Corral en Santa Fe de Antioquia y sus esculturas de Simón Bolívar y Rafael Uribe Uribe, para mencionar solo unos ejemplos. En fin, en cualquier recodo del largo camino recorrido por los Viecos hay una obra de arte.

Uno no sabe dónde hay más calidad, más grandeza artística, más poesía y ternura: si en las magistrales acuarelas de Luis Eduardo Vieco, en los evocadores pasillos “Adiós Casita Blanca”, “Tierra Labrantía” y “Tierra Buena”, en el gracioso “Patasdilo”, en el apasionado “Al Calor de tu Afecto”, en la calidez y nobleza de la finca “Salsipuedes” del maestro Jorge Marín Vieco, en su “Cristo de la Paz”, en “La Piedad” de Bernardo Vieco, en la noble ornamentación de las mansiones que sobreviven en Prado y en la zona céntrica de Medellín, o en la dulcedumbre de un ama de casa como doña Clara Inés Vieco Cadavid. Encima de todo, tan unidos han sido los Vieco Ortiz, que algunas de las mujeres sabían hasta los nombres de las amigas que frecuentaban sus hermanos en el barrio Lovaina, para rematar la bohemia como buenos serenateros.

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Del Árbol, la Semilla

 

Este articulo se basa fundamentalmente en la investigación y el documental titulados “Del Árbol, la Semilla”, magistral realización de los comunicadores sociales Alba Lucia Madrid y Patricia Velásquez, Oscar Mario Estrada y Germán Fredy Valencia, los dos últimos de Nickel Producciones y todos de la Universidad de Antioquia. El equipo ganó un concurso del Ministerio de Cultura y de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín.

Adicionalmente, esta crónica tiene aportes de los historiadores Carlos Gómez Botero y Felipe Santiago Paz Rey, y del diálogo con miembros de la familia Vieco Ortiz.

La investigación para “Del Árbol, La Semilla” duró más de un año, y hace poco se publicó el primer trabajo de una serie que tendrá cinco videos documentales sobre la dinastía; los cuatro restantes versarán respectivamente sobre los grupos musicales vinculados con la familia, pintura y escultura, arquitectura y urbanismo y un videoconcierto didáctico. Igualmente, se organizaron 3 exposiciones: dos de pintura y escultura y una de réplicas de esculturas de Bernardo Vieco. También, dos conciertos: “La cadencia de una pasión” y “Los Vieco: Talladores de música”, y 3 conferencias: “Del árbol, la semilla”, “Los Vieco en la plástica” y “Los Vieco en la música.

La difusión de estos materiales se viene realizando en instituciones culturales y educativas, como una contribución a la recuperación del patrimonio artístico y cultural, dentro de esa ligazón de memoria y ciudad.

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